LA ANGUSTIA
La angustia es un estado afectivo que causa malestar,
sensación de sofoco, sufrimiento mental e incluso tristeza. Está relacionada
con el temor (miedo irracional), la desesperación y, en muchos casos, con la incertidumbre.
El miedo a la separación, el acoso en la escuela o en el trabajo, los
pensamientos irracionales e intrusivos, entre otras situaciones pueden provocar
angustia. Es posible que el término angustia se confunda con ansiedad. En este
artículo hablaremos de las diferencias entre ambos conceptos causas, los
síntomas y los posibles tratamientos de la angustia.
¿Qué es la angustia?
Estado de intranquilidad o inquietud muy intensas
causado especialmente por algo desagradable o por la amenaza de una desgracia es
un estado afectivo que se caracteriza por aparecer como reacción ante un
peligro desconocido o impresión.
Pero si pensamos en un trastorno de angustia, la
persona tiene una reacción de angustia desproporcionada, que paraliza al
individuo, y en el que cobran presencia los síntomas psíquicos como la
sensación de ahogo y peligro inminente, que nada tienen que ver con la
realidad.
Diferencias entre angustia y
ansiedad
No es fácil entender la diferencia entre angustia y ansiedad, pues son términos que suelen emplearse como semejante en muchas ocasiones. Hay autores que consideran que la diferencia se encuentra en que mientras la ansiedad se emplea en el ámbito clínico, la angustia tiene un origen más bien filosófico, y es especialmente importante en el existencialismo. Por ejemplo, Heidegger y Kierkegaard ya empleaban el término, y el filósofo francés Jean-Paul Sartre hablaba sobre la angustia en su libro “L'Être et le Néant" (1943).
Ahora bien, en psicología (o psiquiatría) Sigmund Freud también hablaba de
“angustia realista” y “angustia neurótica” refiriéndose a esta última como un
estado patológico. En la actualidad, para muchos, la línea entre ansiedad y
angustia sigue siendo confusa.
Y es que a pesar de los intentos por distinguir estos
conceptos por parte de filósofos, médicos y psicólogos, hoy en día siguen
confundiéndose estos términos y son usados como sinónimos en muchos casos. Determinados
autores han considerado que en la
angustia imperan los síntomas físicos, mientras que en la ansiedad priman los
psicológicos (si bien esta distinción entre síntomas es aún más confusa).
También se ha considerado que la angustia tiene un
efecto paralizante sobre el individuo, mientras que la ansiedad activa una
reacción motora de sobresalto. Sin embargo, en la actualidad, cuando se habla
de ansiedad también se tienen en cuenta tanto los síntomas físicos como
psicológicos.
Causa de la angustia
Esta situación de angustia no solo aparece de forma
aguda como en el caso del trastorno de pánico, sino que hay otros factores que
pueden llevar a sufrirla. Por ejemplo, cuando no tenemos claro nuestro futuro y
entramos en una crisis existencial que nos deja dormir pensando en cómo
solucionaremos el problema. Para que la angustia ocurra, entran en juego
factores biológicos, psicológicos (y existenciales) y ambientales. Por eso los
filósofos, poetas, psicólogos y psiquiatras se han interesado por este fenómeno
a lo largo de la historia.
Generalmente la angustia aparece en situaciones en las
que la persona se enfrenta a situaciones difíciles, donde hay un elemento
amenazante (físico o psicológico), pero también en aquellas situaciones en las
que la persona no ve claro el camino a seguir y, por tanto, vive una situación
de incertidumbre.
A nivel biológico, también hay estudios que afirman que
la predisposición genética está presente en esta condición, y que algunos
neuroquímicos juegan un papel importante en la angustia.
Síntomas de la angustia
Una crisis de angustia comporta la aparición imprevista
de miedo o incomodidad penetrantes además de al menos cuatro de los siguientes
síntomas físicos y psíquicos:
Ø Preocupaciones y temores excesivos.
Ø Imaginación de escenarios catastróficos.
Ø Desesperación.
Ø Falta de aire, mareos, sudoración
tensión muscular, sequedad de boca o fatiga.
Ø Opresión en el pecho.
Ø Sofoco.
Ø Evitación de situaciones temidas.
Ø Dificultades para dormir.
Ø Sentimientos de irrealidad o de
extrañamiento en relación con el propio entorno
Ø Náuseas, dolor de estómago o diarrea
Ø Entumecimiento o parestesias
Ø Palpitaciones o aceleración de la
frecuencia cardíaca
Ø Sensación de ahogo o de falta de aire
Ø Sudoración
Ø Temblores o agitación
Muchas personas con trastorno de angustia presentan también síntomas de depresión.
Los síntomas suelen alcanzar su máxima expresión en el
transcurso de 10 minutos y desaparecen rápidamente, por lo que el médico rara
vez los suele presenciar, a excepción del manifiesto temor de la persona a
padecer otra crisis. Dado que las crisis de angustia a veces son inesperadas o
se producen sin razón aparente, en especial cuando acontecen como parte de un
trastorno de angustia, las personas afectadas temen con anticipación la
posibilidad de padecer otra crisis, razón por la cual evitan las situaciones
que asocian con la aparición de anteriores crisis.
Puesto que los síntomas de una crisis de angustia
involucran la acción de muchos órganos vitales, las personas temen la
posibilidad de padecer un problema médico grave relacionado con el corazón, los
pulmones, cáncer o el cerebro. De ahí
que acudan a su médico de principio repetidas veces o incluso a un servicio de
urgencias. Si el médico no diagnostica de manera adecuada los síntomas como
expresión de una crisis de angustia, la preocupación del paciente irá en
aumento al pensar que se ha pasado por alto una grave enfermedad física. Aunque
las crisis de angustia provocan malestar, a veces extremo, no son peligrosas.
La frecuencia de las crisis puede variar ampliamente
algunas personas sufren crisis semanales o incluso diarias que suceden durante
meses, mientras que otras sufren varias crisis diarias, seguidas de semanas o
meses sin síntomas.
Los posibles tratamientos de
la angustia son:
Los problemas de angustia son muy frecuentes en
nuestros días y, sin lugar a dudas, el tratamiento más efectivo para
solucionarlo es acudir a terapia psicológica.
Los psicólogos son profesionales preparados para tratar
este tipo de problemas, que pueden ayudar a los pacientes a descubrir las
causas subyacentes de sus preocupaciones y temores; y pueden facilitarles
ciertas herramientas que les ayuden a relajarse y a mirar las situaciones desde
una nueva perspectiva. Asimismo, pueden ayudar a éstos a desarrollar mejores
habilidades de afrontamiento y resolución de problemas.
La terapia psicológica para los problemas de angustia
suele ser corta, pues los pacientes mejoran en 8 o 10 sesiones terapéuticas. La
terapia cognitivo conductual se ha mostrado muy efectiva como modelo
terapéutico en el tratamiento de los trastornos de ansiedad, pero también son
efectivas otros tipos de psicoterapia como la terapia de aceptación y compromiso
o la terapia cognitiva basada en mindfulness (MBCT).
En casos extremos, el uso de fármacos puede ser una
buena ayuda como complemento del tratamiento psicológico, especialmente en
aquellas situaciones en las que es necesario reducir los síntomas rápidamente,
como por ejemplo, para tratar un trastorno de angustia. Sin embargo, la
administración de fármacos no debe ser nunca la única opción terapéutica
elegida, y siempre se inicia por indicación médica siempre recordando que los psicólogos
no medicamos.
Algunas personas solamente necesitan que se las anime a
volver y a permanecer un tiempo en los lugares donde han sufrido una crisis de
angustia. Las personas que padecen trastorno de angustia son más receptivas al
tratamiento si comprenden que su trastorno implica la existencia de factores
tanto físicos como psicológicos y que, por lo general, el tratamiento permite
controlar los síntomas.
La terapia de exposición a menudo ayuda a disminuir el
miedo. La terapia de exposición consiste en exponer a la persona afectada poco
a poco y en varias ocasiones (en su imaginación o, a veces, en la realidad) a
la situación que desencadena una crisis de angustia. La terapia de exposición se
repite hasta que la persona logra sentirse cómoda en la situación que antes le
provocaba ansiedad. Además, las personas que tienen miedo a sufrir un desmayo
en el transcurso de una crisis de angustia pueden practicar un ejercicio
consistente en girar sentados en una silla o respirar rápidamente
(hiperventilar) hasta que sientan que van a desmayarse. Este ejercicio les
demuestra que en realidad no se desmayarán durante una crisis de angustia. La
práctica de una respiración lenta y poco profunda (control respiratorio) es
útil para muchas personas que tienden a hiperventilar.
En la terapia de exposición, se expone repetidamente a
la persona a la situación o al objeto temido, ya sea de manera real o
imaginaria. Al hacerlo, la persona experimenta ansiedad una y otra vez, hasta
que finalmente el estímulo temido pierde su efecto. Normalmente, los médicos
empiezan con el nivel más bajo de exposición que la persona puede tolerar con
facilidad. Por ejemplo, se le puede pedir que mire el objeto temido desde una
cierta distancia o tal vez sólo una imagen del objeto. A continuación, los
médicos dan instrucciones a la persona para que se tranquilice pensando que es
improbable que el objeto distante pueda causarle ningún daño. Si su frecuencia
cardíaca se dispara o le falta el aire, se le pide que reaccione con
respiraciones lentas y profundas, o bien que practique otros ejercicios de
relajación (como imaginarse mentalmente una escena tranquilizadora). Cuando la
persona se siente cómoda en un nivel de exposición, se la expone gradualmente a
un contacto más cercano con la situación u objeto, pero solo hasta el punto en
que los síntomas empiecen a resultar desagradables. Luego, se le pide de nuevo
que se tranquilice pensando en que es muy improbable que sufra ningún daño y que
repita los ejercicios de relajación. De este modo, se expone a la persona a un
contacto cada vez más cercano con la situación u objeto, hasta que consigue
tolerar una interacción normal con ellos
(Frase)
Ninguna pasión como el
miedo, le arrebata con tal eficacia a la mente la capacidad de actuar y razonar
Gracias aquí en PSICO-AYUDA estamos siempre dispuestos ayudarte.
Julissa Gómez, M.A
Psicóloga
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